Bidón, mucho bidón...

Por Lionheart

Hace pocos días, en el Ateneo, prometimos que en breve publicaríamos acá en el Laboratorio una fotografía muy especial de la cual hablamos aquella noche.

Como recordarán, se trata de la imagen de la final del Metropolitano 1968 jugada en la cancha de River, en la que San Lorenzo se quedó con el título tras vencernos 2-1 en el segundo tiempo suplementario.

Aquel San Lorenzo de ‘Los Matadores’ era el equipo del momento (fue el primer campeón invicto del fútbol argentino) y Estudiantes era el flamante Campeón de América. Un verdadero choque de colosos que, tras un durísimo partido y por muy poco, quedó en manos de ellos.

Al término del encuentro el plantel albirrojo se juntó en el centro de la cancha y mientras todo San Lorenzo festejaba el título obtenido, nuestros jugadores y el cuerpo técnico aplaudían gallardamente a los ganadores.

Sin embargo, hubo un jugador  -un único jugador-  que, condicionado por su propia rebeldía y su particular manera de entender el fútbol, permaneció con la cabeza gacha mirando el piso sin poder aplaudir a quienes acababan de ‘robarle’ el título.  Era, por supuesto, Carlos Salvador Bilardo, que en la foto aparece casi escondido detrás de Pachamé.

Para el Doctor, ya en aquella época, aplaudir al rival era sencillamente un sacrilegio.

El título de El Gráfico fue: ‘San Lorenzo supo ganar, Estudiantes supo perder’, y esa imagen de los perdedores aplaudiendo con hidalguía a los campeones contribuyó a que la simpatía por Estudiantes creciese aún más.

Años después Cacho Malbernat confesaría una verdad entonces inimaginada: el 3 de San Lorenzo era el Gallego Rosl, de pasado albiazul y muy fanático.  Los jugadores sabían que Rosl tenía la camiseta del signo menos debajo de la azulgrana y para que no la mostrase se juntaron a aplaudir.  La situación ya no daba para que el tipo los cargara mostrando la triste.  Lo primerearon.  Bidón puro.

Por eso decimos que esta imagen es todo un símbolo de nuestra filosofía: dejar el alma en la cancha, perder con dignidad, conservar la rebeldía y, por sobre todas las cosas, ...bidón, mucho bidón...

Envueltos en el dolor de la derrota, no imaginábamos aún que apenas 73 días más tarde ese bendito bidón nos llevaría a tocar el cielo con las manos en la noche lluviosa de Old Trafford.