Nolo Ferreira, el Piloto Olímpico

Por el Dr. Lionheart

Hace 29 años (29/07/83) fallecía en Barcelona MANUEL Nolo FERREIRA, extraordinario jugador de Estudiantes de La Plata y la Selección Nacional, integrante  -junto con MIGUEL ÁNGEL LAURI, ALEJANDRO SCOPELLI, ALBERTO ZOZAYA y ENRIQUE GUAITA-  de la famosa línea delantera conocida mundialmente como LOS PROFESORES.

Nolo Ferreira, también apodado El piloto olímpico por haber sido el centerforward, capitán y entrenador de la Selección Argentina que obtuvo la medalla de plata en las Olimpíadas de 1928 en Amsterdam, jugó entre 1924 y 1933 en Estudiantes de La Plata.  Luego de un breve paso por River Plate (1933/34) regresó al Club, donde jugó entre 1935 y 1936, año en que se retiró definitivamente de la actividad tras una lesión en los meniscos.

Oriundo de Trenque Lauquen  -donde en 1991 una calle de la ciudad fue bautizada con su nombre y adonde lo fueron a buscar especialmente los hermanos Jorge y Ricardo Calandra-  se ganó la titularidad en el primer equipo al cabo de muy pocos partidos y a pesar de haber jugado notablemente mal el día de su debut.

Tan malo fue aquel debut que algunos dirigentes querían mandarlo de vuelta a sus pagos. La insistencia de los Calandra medió para que tuviese una segunda oportunidad que Nolo no desaprovechó...

Lamentablemente, no existen muchos registros gráficos (y mucho menos audiovisuales) de aquella época, pero las palabras de sus contemporáneos y descendientes son elocuentes como para tener una idea aproximada de la dimensión extraordinaria de su talento y de su capacidad tanto para comprender el juego como para  -además-  ejecutarlo de manera maravillosa.

Mercurio, el gran periodista deportivo platense [abuelo paterno de nuestro querido Comandante], fue contundente al relatar que “a partir de esa temporada fue un astro fulgurante. Su endiablada gambeta, su visión futbolística y su inteligencia, determinaban que la conducción del espectáculo, tanto de insider izquierdo como de centro forward, la ejerciera él. Fueron pasando las temporadas y su figura cobró perfiles internacionales”.  

Y agregó más adelante, como para que no quedaran dudas: “Enloquecía con su dribbling corto a las multitudes. Mientras hacía jugar a todos sus compañeros, los pulía y enseñaba generosamente. Vivaz, astuto, caballero, hidalgo, talentoso, inventaba jugadas cada domingo”.

También dijo Mercurio: “Nolo Ferreira era un maestro del fútbol en la época en que los jugadores nacían sabiendo...”

Tiempo después, comentando aquel muy mal partido del debut, dijo el inolvidable periodista Diego Lucero “...aquello sirvió para demostrarle a los apresurados, a los ansiosos, que a un jugador no se lo puede aprobar o rechazar por un solo partido. A lo mejor, a Nolo le dolía la panza ese día... vaya a saber”.  A tomar nota, periodistas e hinchas impacientes e intolerantes.

A su vez, cuando Nolo se convirtió en figura excluyente de la Selección Nacional, también escribió Diego Lucero: “Fue uno de los forjadores de las grandes victorias argentinas en su juego favorito, como así fue un ejemplo de lealtad y pureza”. Para quien no lo tiene presente cabe aclarar que Diego Lucero fue un prestigioso periodista uruguayo, co-fundador de Clarín, único en el planeta que presenció todos los Mundiales desde 1930 a 1994 inclusive.  Y en su último Mundial (Estados Unidos, 1994) fue homenajeado por cientos de colegas de todos los continentes como merecido reconocimiento a su extraordinaria trayectoria.

Líder indiscutible, goleador implacable, endiablado gambeteador, pero al mismo tiempo cerebral, inteligente y creativo, Nolo era el técnico del equipo en momentos en que los entrenadores todavía no existían. Manejaba todos los hilos del equipo tanto dentro como fuera de la cancha y antes de los partidos solía explicarles a sus compañeros las fortalezas y debilidades del rival de turno, indicándoles como deberían desarrollar su juego.

Decía al respecto Alejandro el Conejo Scopelli: “Nolo analizaba a los contrarios. Si ellos tenían defensores altos aconsejaba que practicáramos fútbol a ras del piso, para tener mayores posibilidades. Dirigía desde el campo, ordenaba los ataques y, asimismo, trataba de utilizar su astucia para encarar los avances”.

Otro enorme periodista, Félix Daniel Frascara, uno de los pilares de El Gráfico, describía a Los Profesores diciendo que “Aquella ‘línea’ está en la historia del fútbol argentino. Otras hubo [...] pero como ésa, ninguna. Permítaseme que repita palabras propias: eran como los cinco dedos de una mano que, con articulaciones y estructura independientes, se unen para crear la obra de arte, para prodigar la caricia, para tenderse en ademán de amistad. Cada uno de ellos  -Lauri, el meñique; Scopelli, el anular; Zozaya, el mayor; Ferreira, el del corazón; Guaita, el pulgar-  tenía ‘su’ estilo, ‘su’ juego, ‘su’ carácter, pero el conjunto de esas cinco unidades trazaba sobre el césped esmeraldino las más hermosas joyas de la orfebrería futbolística…” [ver prólogo a ‘Hola,Mister’, publicado por el Dr. El Contra]

También llegó a decir Félix Daniel Frascara que Los Profesores fueron "la mayor expresión de arte colectivo sobre una cancha".

Tampoco permaneció ajeno al talento y la magia de Nolo Ferreira, el gran Borocotó otro prestigioso escritor y periodista de El Gráfico), y en una nota publicada en esa revista el 20/01/50, dijo: 

"El fútbol hecho arte, el fútbol elevado a la más alta jerarquía en sutilezas sin olvidar la efectividad. Aunque el remate final no fuera suyo, le correspondía toda la acción, desde la puntada inicial. La llevaba cosiendo fino y la entregaba para que alguien le colocara el nudito. Con las medias caídas las más de las veces, con su cuerpo un tanto inclinado hacia adelante, solía realizar asamblea de jugadores en un costado de la cancha. Llamaba a reunión para charlar bajito pasándola de empeine en empeine y de pronto salía de allí entre un enjambre de piernas o la entregaba al compañero que él mismo había librado de custodias.

En aquella línea histórica estudiantil que completaron Lauri, Scopelli, Zozaya y Guaita, fue el conductor, el estratega, el artífice. En los seleccionados jugó muchas veces al centro y fue el piloto olímpico de la delantera argentina en los Juegos de Amsterdam. En los dos puestos brilló. En ambos jugó e hizo jugar.

Los hubo más realizadores pero nadie lo superó en arte. Apenas si algún afortunado lo igualó. De 'Nolo' podía decirse ¡eso es fútbol! Ya fuera con las rayas rojas y blancas o con las de la bandera de la patria, fue la depuración futbolística, la estilización, lo elegante y lo práctico reunido por una suerte de magia. Maestro en las aulas por aquellos días ya lejanos, era maestro sobre las gramillas que pisaba."

Durante el Mundial del 30 en Montevideo, Nolo fue protagonista de un hecho singular. El encuentro que la Selección Nacional debía disputar contra México por la rueda inicial del torneo coincidió con la fecha de un examen que el capitán debía rendir en la Facultad de Derecho de la UBA, donde cursaba sus estudios de Escribanía. Se tomó un vapor hasta Buenos Aires, rindió el examen y volvió a cruzar el río para juntarse con sus compañeros y continuar participando del resto del certamen...

Como se sabe, en aquel primer Mundial los finalistas fueron Argentina y Uruguay. Con una asistencia de más de 90.000 espectadores, el partido definitorio se disputó el 30/07/30 (mañana se cumplen 82 años) en el Estadio Centenario de Montevideo, construido especialmente para la competencia. 

El primer tiempo se jugó con un balón argentino y terminó 2-1 a favor de los visitantes con goles de Stábile y Peucelle. En el segundo tiempo, ya con la pelota uruguaya, los locales dieron vuelta el score (como se decía por entonces) y vencieron 4 a 2, adjudicándose así el torneo y repitiendo las performances de las Olimpíadas de 1924 (Paris) y 1928 (Amsterdam) donde habían alcanzado sendas medallas de oro.

El famoso gol de Nolo a los paraguayos en el Sudamericano de 1929, cuyo relato por Eduardo Galeano encabeza esta nota, era siempre recordado por su compañero y amigo del alma, el Conejo Scopelli: “Aún me parece que lo veo, recibiendo la pelota sobre la misma línea del área, con tres rivales al frente. Con la calma que sólo un cerebro privilegiado podía dar, mató la pelota en el pie, sin dejarla caer. Hizo un movimiento de cuerpo, una finta, y la pelota, en el aire, cambió de pie como si la manejara con las manos. Dos adversarios se abrieron, engañados por la maniobra, y Nolo, fríamente volvió la bola hacia el primer pie. El camino quedó libre, pues el último también entró en la finta. Y, como quien más que pegarle la empujara, sin moverse del lugar en que se encontraba, envió la pelota a uno de los ángulos, sin que el arquero atinara a moverse. La sensación de asombro que se apoderó del estadio hizo explotar, a los pocos segundos, una ovación de la que nadie estuvo ausente. Los 21 jugadores restantes abrazaron al artífice…”

Según lo ha relatado su propia nieta, María Elena Ferreira, Nolo fue hincha ferviente de Estudiantes y durante las dos temporadas que jugó en River nunca enfrentó al Pincha. Disfrutó mucho con el equipo de ZUBELDÍA y tras la final de la Libertadores '68 dijo: “Difícilmente vuelva a ver un partido de fútbol, especialmente 30 minutos de juego, como los que jugó Estudiantes contra Palmeiras en el Centenario. Fue un fútbol casi perfecto y de una velocidad extraordinaria, demostrando que era algo que se podía hacer, porque eso no sale de casualidad”.  

Luego de ejercer mucho tiempo como escribano, sus últimos años los vivió en Barcelona, rodado de sus afectos. Uno de sus hijos, Roberto, fue el autor del primer proyecto del Estadio Ciudad de La Plata al haberse adjudicado el concurso organizado a tal fin (pero ésta es otra historia, que ahora no viene al caso, y sobre la cual el Dr. El Contra tendría mucho para decir...)

Nolo hizo un culto de la amistad y además de los restantes Profesores (Lauri, Scopelli, Zozaya y Guaita), fue entrañable amigo del Toro Calandra, de Robertón Sbarra, de Diego Lucero, de Poroto Abadie y hasta de Carlos Gardel. También hizo amistad con varios de sus adversarios en el juego (¡¡BILARDO lo perdone!!), como el uruguayo José Nasazzi, Pancho Varallo y Roberto Cherro.

Y para terminar, una reflexión de tipo exclusivamente personal.  Lamentablemente no vi jugar a Nolo ya que la lesión en sus meniscos lo obligó a abandonar el fútbol diez años antes de que yo naciera.  Pero mi padre sí tuvo esa suerte y cada vez que de chico le pregunté cuál fue el mejor jugador que vio en una cancha me respondió, categórico: “Sin ninguna duda, el mejor fue NOLO FERREIRA…”

Yo escuchaba embelesado las proezas que me contaba mi padre y lamentaba haberme perdido de vivir semejante época, que por entonces parecía irremediablemente irrecuperable e irrepetible. ¿Cómo podría mi pequeño corazón Pincharrata imaginar lo que, a cambio, el Destino me tenía reservado..?

¿Cómo podemos imaginar, hoy, lo que el Destino tiene reservado para Estudiantes de La Plata..?

El fulgor, encandilante y omnipresente, de JUAN SEBASTIÁN VERÓN no debe impedirnos ver y recordar en toda su dimensión, a las otras grandes  -enormes-  figuras que han pasado por Estudiantes de La Plata.  Conocer a fondo nuestra rica Historia nos ayuda a comprender nuestro presente y a reafirmar la hoja de ruta sobre la que debemos construir nuestro futuro.

Tampoco debemos caer en el facilismo ingenuo e inconducente de intentar hacer comparaciones o paralelismos. Cada una de nuestras glorias  -que por suerte son muchas y de todas las épocas-  tuvo su momento, su entorno, sus compañeros, sus rivales... Y para quien esto escribe carece de todo sentido cualquier intento de hacer un orden de méritos.

Estudiantes de La Plata es más  -mucho más-  que la suma de sus partes.